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:: rastreos de llegada ::

El recorrido de las hormigas siempre es azaroso, aunque pareciera que no en un primer vistazo de topo meticuloso, las hormigas se van encontrando azarosamente a partir del deseo de rastrearse, de rastrear, de ser rastreadas. El hormiguero nunca es un punto de salida, ni de llegada, precisamente como la postal de un viaje. No sabemos nunca a donde es que vamos y de donde es que estamos viniendo, aunque los ministerios de la modernidad hayan dictado sentencia acerca de la necesidad de buscar certezas en los caos del caos de las incertezas. Y allí es que lo único que podemos ofrecernos como certezas parecieran ser la de ficcionar estructuras que nos junten, o no, ya eso no sabemos si es lo que importa, pero que vayan ubicando nuestros cuerpos en algunos viajes que nos encunentran con mitologías.

Quizás, creo, nada de este todo pensaba escribir cuando casi como una flecha disparada a este texto. Pero es en eso que nos andamos relamiéndo estos ridículos bufones que azarosamente nos fuimos rastreando en estas minorías de CINE H.

Y acá venimos llegando de casi ninguna parte como de un viaje que solo pretende un cuerpo para hacerse hasta el no sabemos donde. Quizás solo una imagen para poder imaginar un recorrido juntos. La noche ha dejado de caer con el ruido. Silencio. Los espacios están en calma, vas a la cocina, agarras un repasador, secas una de tus ollas mojadas, las pones sobre la cocina, ahora agarras la tapa, la secas en círculos, y cuando vas a tapar con ella, golpeas con la punta del mesón de tu cocina. Allí, un eco hace vibrar y se sostiene contagiándose en toda tu casa, que ya es tu cuerpo, que empieza a viajar en esa vibración, como una interferencia.

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